top of page
  • Foto del escritorLeer La Biblia

Hechos 3

No tengo plata ni oro—declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!

Este milagro nos muestra a los discípulos en acción por el poder del Espíritu Santo.

Para ellos cada situación es una oportunidad de testificar de Jesús.

Es un milagro idéntico a los que Jesús hacía.

Están imitándole.

Pedro reconoce que no es obra ni de él ni de Juan.

Da todo el crédito a Jesús.

Y explica la obra de Jesús en el contexto del Antiguo Testamento.

En Jesús se cumplieron las profecías.

En Jesús, Dios se glorificó para salvación haciendo posible el arrepentimiento para perdón de pecados.

Pero, el pueblo de Israel rechazó a Jesús como el Mesías.

El pueblo de Israel heredó un pacto que Dios celebró con Abraham, Isaac y Jacob.

Israel pasó a ser pueblo de Dios, recibir la ley, poseer un territorio y tener el llamado a ser luz a las naciones.

Los profetas les anticiparon la venida del Mesías, su nacimiento, obra, sufrimiento y muerte.

Ustedes, pues, son herederos de los profetas y del pacto que Dios estableció con nuestros antepasados al decirle a Abraham: “Todos los pueblos del mundo serán bendecidos por medio de tu descendencia.” Cuando Dios resucitó a su siervo, lo envió primero a ustedes para darles la bendición de que cada uno se convierta de sus maldades.»

El pueblo de Israel no creyó.

La ley dada por Moisés descubrió la imposibilidad del pueblo de Israel para obedecer la ley.

Tuvieron leyes, ordenanzas, decretos.

Dios les habló.

Dios mismo les ordenó hacer un tabernáculo, como símbolo de su presencia entre ellos.

Siglos más tarde, el rey David tuvo la pasión de construir un templo para Dios.

Ese templo fue edificado por el rey Salomón, destruído por los babilonios y reedificado en los tiempos de Esdras. Herodes, en los tiempos de Jesús, lo había mandado embellecer.

El pueblo de Israel tuvo la ley, el templo, los profetas, la revelación del Mesías y se quedó paralizado.

En lugar de entrar al templo y adorar, se quedó afuera.

Israel fue como este hombre, cojo, mendigando a las afueras del templo.

Nosotros no somos muy diferentes, compartimos la misma naturaleza, estamos de nacimiento impedidos para caminar a Dios, para caminar con Dios.

Podemos humanamente intentar acércanos a Dios pero lo único que podemos lograr es como este hombre, mendigar a las afueras del templo, sin disfrutar ningún beneficio de una relación cercana con Dios.

La ley nos muestra lo incapaces que somos pero la gracia de Dios hace el milagro en nosotros, nos da la oportunidad de recibir perdón de pecados al creer en Jesús.

Entonces, podemos saltar, caminar; podemos entrar al templo y adorar.

En Jesús se cumple el pacto de Dios con Israel.

En Jesús se cumple el plan de Dios de salvación.

En Jesús hay perdón de pecados, descanso del alma y restauración.

No podemos caminar, no podremos entrar al templo y adorar a Dios sin las piernas del arrepentimiento, que sólo Jesús puede restaurar.

Aquí el resumen:

Dos discípulos.

Un mendigo.

Un milagro.

Un Nombre:

Jesús de Nazaret, Mesías, Siervo de Dios y Señor.

6 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page