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Daniel 6

Hablemos de política, de gobierno y del ejercicio del poder.

En esta historia veo a un rey gobernando, un gabinete ambicioso, conspiración, un “tapado”, comisiones especiales, leyes decretadas a modo, juicios sumarios, inocentes condenados.

Sucedía en Persia, sucede hoy.

Son los detalles de un gobierno, del ejercicio del poder.

Un recordatorio, vivimos en un reino terrenal.

Pero, no hablaremos de esa política. Aquí se presenta la verdadera política, la política del reino de Dios.

Daniel es un ejemplo de como vivir sabiamente como extranjero.

El pueblo de Dios había desobedecido y sufrido las consecuencias.

Daniel es uno de los deportados de Judá. Llegó siendo joven y sus convicciones en Dios lo distinguieron hasta el punto de esta historia: Ser uno de los tres gobernadores o administradores generales del imperio medo-persa y, ser el candidato del rey para ponerlo al frente de todo el reino.

Esta es una de esas historias de la Biblia donde podemos ser eclipsados por el personaje y perdernos de la historia, del mensaje central en ella.

Sin duda, Daniel era un extraordinario creyente y siervo de Dios. Un ejemplo a imitar.

Daniel no esta ahí únicamente por sus cualidades; está ahí por la soberanía de Dios, por sus planes y propósitos.

Dios prosperó a los cautivos de Judá.

Daniel llegó a la cumbre de la política, en el imperio hegemónico de su época.

Imagina que de pronto, el adolescente que se sentaba a lado tuyo los domingos en la iglesia, emigra a otro país donde, años después, se convierte en primer ministro o es el jefe de gabinete.

Dios prometío restaurar a su pueblo. No se olvidó de ellos.

Si para cumplir esa promesa, Dios tiene que llevar a un individuo ante el ser humano más poderoso de la tierra, lo hará.

Si para que Dios sea glorificado, tiene que haber un conflicto de leyes, Dios lo permitirá y lo controlará.

No había nada porque acusar a Daniel, excepto en lo relacionado con la ley de Dios.

Daniel no oraba porque la ley de Dios lo obligaba. Daniel oraba a Dios porque la ley de Dios lo inspiraba; en ella estaba su fuerza.

Era tan evidente su devoción que sus compañeros de gabinete reconocen no poder acusarle de ningún mal manejo y entonces atacan su fe.

La ley de Dios lo inspiraba.

La ley de Persia lo condenaba.

Un creyente que adora a Dios por encima de cualquier conflicto es capaz de glorificar a Dios e impactar a toda una comunidad.

El rey más poderoso del mundo confesó que hay un Dios más poderoso que él, el Dios de Daniel.

En la Biblia, a veces encontramos que Dios habla de manera especial a través de los profetas. Otras veces, Dios usa personas de carne y hueso, desplegadas en un momento histórico para hablarnos.

Dios le estaba hablando a su pueblo con la vida de Daniel, en “tiempo real”

Dios estaba cumpliendo su promesa de restaurar a su pueblo. En la cautividad, habían florecido.

Daniel es el ejemplo. Conquistó al imperio más poderoso de la época. Lo hizo con su vida, ochenta y cinco años de edad, con la constancia que produce la confianza en Dios y el silencio de la oración. Sin armas, ni conspiraciones doblegó al rey más poderoso.

Darío tuvo que reconocer que hay un REY eterno, arriba de él. Y que ese rey tiene poder para salvar y librar.

Ahí esta el mensaje.

Si Dios salvó a Daniel, Dios salvaría a su pueblo.

Si Dios a través de la vida de Daniel doblegó a este rey, un día Israel conquistaría a todo el mundo con el Mesías, el Rey de Reyes, el que habría de librar y salvar a la humanidad, estableciendo su reino eterno.

No perdamos de vista algo en esta historia.

Se trata de un conflicto de leyes, reyes y reinos.

La ley de Dios era la roca que sostenía a Daniel y al mismo tiempo la causa por la cual fue apresado bajo la ley irrevocable de los medo-persas.

El rey no entiende que Daniel no solo le sirve a él, aunque lo confiesa, Daniel sirve continuamente al Dios vivo, tuvo que enfrentar las consecuencias de sus actos imprudentes y condenar a la muerte a un inocente, premiando la conspiración y la politiquería.

En realidad el rey no se metió con Daniel. Darío se estaba enfrentando ante el Rey del universo.

Sucedió un milagro. Un milagro de vida. Un inocente condenado a morir es preservado.

El decreto, la ley de los hombres, le había señalado culpable y condenado a morir; un decreto celestial tuvo por inocente a Daniel y le dio vida.

Los pecados del pueblo de Israel les condenaron a morir, fueron echados al foso de los leones de la cautividad.

No cumplir el pacto los hizo culpables, los condenó. Pero, Dios en su gracia los rescataría.

Los tendría por inocentes.

Para ello vendría un Inocente, alguien sin culpa, a ser condenado y dar su vida para rescatarlos.

Hay esperanza para Judá.

Hay esperanza para ti y para mi.

Esa esperanza proviene del REY del universo.

Algunas veces seremos premiados y reconocidos por conducirnos con integridad, con excelencia; otras veces, será nuestra devoción a Dios la que nos distinga. Más aún, seremos atribulados por causa de nuestra fe.

Nada se escapa de Dios. Vivimos a la luz de la historia de Dios. Él tiene el control, Él tiene el poder.

Como Daniel, estamos viviendo en un reino que no es al que pertenecemos y eso produce conflictos en nuestra vida: leyes, reyes y reinos.

Estamos esperando regresar a nuestra tierra. Necesitamos ser rescatados.

Estamos esperando a que venga el REY.

Anhelamos que establezca su reino, un reino eterno y de justicia.

»Porque él es el Dios vivo, y permanece para siempre. Su reino jamás será destruido, y su dominio jamás tendrá fin. Él rescata y salva; hace prodigios en el cielo y maravillas en la tierra. ¡Ha salvado a Daniel de las garras de los leones!»

Aquí el resumen:

Un rey derrotado.

Un funcionario devoto.

Un REY glorificado.

El Dios de Daniel salva…

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