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Génesis 15


“Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.”

Abram es llamado por Dios en Ur para una loca misión: Dejar familia y tierra para viajar mil kilómetros al noroeste a un lugar desconocido para él.

Dios le promete hacer de él una gran nación y darle un territorio.

No hay explicación para esta decisión de Dios. ¿Era acaso Abram más bueno que todos?

Como podemos observar al leer, Abram tiene miedo. Ha pasado tiempo desde aquel primer encuentro con Dios, aquella promesa y nada ha sucedido.

Abram y su esposa Sara no podían tener hijos.

¿Dios se equivoca? De ninguna manera.

Abram

tiene miedo.

escucha a Dios.

cree la palabra de Dios.

“Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.”

La única respuesta que espera Dios de nosotros es creer, confiar plenamente en Él.

Dios decide darle a Abram una evidencia de su palabra a través de un pacto.

Un pacto que se formalizaba a través de un sacrificio.

De Edén a Canaán: Un sacrificio

Un sacrifico en Edén; otro, en Canaán.

Dios salva.

Dios ve.

Dios elige.

Dios pacta.

“En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates…”

Este es un pacto donde Dios estipula y Abram recibe. No tiene nada que ofrecer.

Pero ese pacto único y unilateral por parte de Dios revela su carácter personal y la expresión de su deseo original de relación con el ser humano.

El trazo del plan de redención pasa por Abram.

Aquí el resumen:

Una promesa

Un sacrificio

Un pacto

Un Dios que elige

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