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Foto del escritorLeer La Biblia

Leer la Biblia y seguir leyendo

Está cubierta por cinta adhesiva para piel, esa que utilizamos para vendaje.

No sé que pensé cuando hice eso, primeros auxilios, quizás resucitarle.

La he nombrado“Lázara”.

Compacta, ancha, pasta dura, negra, canto dorado y con letra diminuta.

Una “reina valera sesenta”.

Mi primer Biblia.

Trabajé un verano para, entre otras cosas, comprarla.

Me costó cinco mil pesos de mil novecientos ochenta y siete.

Era mi patrimonio, los ahorros de la vida.

Por supuesto, no tenía deudas; tampoco idea sobre inversiones.

Me recuerdo haciendo una larga fila en la librería de la iglesia, sudando, preguntándome si debía comprarla o no: – “mejor otra cosa, unos tenis, etcétera”.

Nunca sabes cuando estás frente a la decisión más importante, el momento de la inversión más valiosa de toda tu vida.

Para mí lo fue esa Biblia.

Descubrí a Dios y no lo comprendía.

Por eso tengo esta pasión: todos lean la Biblia, descubran a Dios y conozcan al Salvador.

Honestamente no recuerdo por dónde comencé a leer.

Si recuerdo algo.

La emoción por leer se fue acabando.

La técnica del “chapulín” no funciono, un pasaje por aquí, otro por allá.

No había método, aunque considero es no era el error.

Llegaba el domingo y otra vez tenía el impulso de leer.

Para el jueves, ya no había impulso.

Y así, semana tras semana, el deseo se convirtió en culpabilidad.

Me sentía tan mal.

No podía leer diariamente la Biblia.

Pasaron varios años, no había podido leer la Biblia completa, ni una vez.

Para la época en que entré a la universidad, mi frustración era grande.

¿Por qué podía leer de tapa a tapa libros voluminosos de derecho o de literatura y no la Biblia?

“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús…” Romanos 15:4-5 (RV1960)

Nuestra

La Biblia fue escrita “para nuestra enseñanza”.

¿“Nuestra”?

Lo qué está escrito tiene relación conmigo.

Entenderlo es acortar cientos de años de distancia entre el texto bíblico y nosotros.

Un ejemplo.

Marcos, el autor del evangelio sugerido para iniciar la lectura de la Biblia, tenía en mente unos destinatarios de su época, el primer siglo.

Le habló principalmente a no judíos en el esplendor del imperio romano.

Marcos no pensó en nosotros. Dios sí.

Lo escrito en ese evangelio, como en los demás y en cada libro de la Biblia es para nosotros.

Probablemente no te interesaría leer mi testamento.

Si supieras que tu nombre está incluido, no dudarías en hacerlo.

La Biblia habla de un libro de la vida.

Ahí estarán registrados los nombres de los redimidos.

¿Quieres saber como hacer tu nombre enlistarse en ese libro?

Comienza a leer la Biblia y no pares de hacerlo.

Lo escrito es para nuestra enseñanza; no solo para la enseñanza.

Dios nos quiere (ama) y nos quiere enseñar.

Constancia

Entonces, ¿dónde está la falla?

No somos constantes, perseverantes.

La clave para leer y seguir leyendo la Biblia no es la motivación sino la determinación para seguir adelante.

Mantenerme determinado comienza cuando la emoción acaba.

La fuerza de voluntad no es suficiente; es una chispa, como la que hace ignición en un automóvil.

La chispa no hace avanzar al auto, solo lo enciende.

Para avanzar kilómetros y kilómetros el automóvil necesitará combustible.

Nuestra combustible es: Perseverancia.

¿Dónde “cargamos”?

Pablo nos dice que la perseverancia está en la Escritura.

La perseverancia no está en mí.

No solo eso, Dios es el Dios de la perseverancia.

La emoción por iniciar, la determinación por continuar, la fuerza de voluntad son limitadas.

Repasemos.

La perseverancia no está en mí, está en la Escritura.

La perseverancia está en Dios.

Entonces, ¿qué hacer para perseverar en la lectura de la Biblia?

Leer la Biblia y seguir leyendo.

En el texto mi voluntad es nutrida a través de lo escrito porque me lleva a descubrir a Dios.

Y Dios es el Dios de la perseverancia.

Necesito a Dios y necesito la Escritura.

Para concluir, quisiera darte dos sugerencias.

Primero, leer la Biblia debe ser tan natural como respirar, dormir, comer, bañarse.

Nadie pone en su agenda a cada minuto: “RESPIRAR”.

Piensa, ¿qué cosas realizas todos los días, sin falta, sin pensar, sin agendar? Comer, lavarse los dientes, ir al baño, consultar redes sociales, ver televisión, etcétera.

Liga tu tiempo de lectura de la Biblia a una de esas actividades parte de ti.

Cuando suena tu despertador por las mañanas, se detona una serie de actividades de las cuales puedes no estar del todo consciente, pero están arraigadas a ti.

¿Entre cuál de esas actividades podrías incluir un tiempo de lectura de la Biblia?

En algún momento del día desayunas, comes o cenas, ¿por qué no antes o despúes lees tu Biblia?

Decide esa actividad que realizas de forma automática y enlaza la lectura de la Biblia.

Aparecerán pretextos, fallas.

Prueba, intenta, persevera.

Recuerda, no basta la emoción, ni las ganas.

Se requiere una internalización de la actividad hasta convertirse en una necesidad, en parte de nosotros.

Por ejemplo, cuando suena el despertador por las mañanas, lo primero que hago al levantarme es lavar mi cara; en el momento en que siento el agua fría, sé que ha llegado el momento de leer, de encontrarme con Dios.

¿Hay magia en el agua? No.

¿Deberías hacer lo mismo? No.

Desde niño tengo esa manía, ni siquiera recuerdo si fue una instrucción de mis padres o cómo adopte esa costumbre.

Simplemente, cuando me hice consciente de lo arraigado y natural de esa actividad, la enlace a la lectura de la Biblia.

Tengo otra actividad como “seguro”: Prepararme un taza de café.

Desde el molido del grano hasta servir el café, sin pensar, me conecto, es tiempo de leer.

Mi fórmula es: agua + café.

¿Cuál es tu fórmula?

Segundo, te ánimo a leer de principio a fin un libro de la Biblia.

No sabes lo importante que es esto.

Por años, salté de pasaje en pasaje.

Donde abriera la Biblia, leía y hasta donde quería.

Así estuve por mucho tiempo.

Elige un libro de la Biblia y no cambies a otro, hasta terminarlo.

Camína, navega, lee de principio a fin, un poco cada día.

Y así, con cada libro de la Biblia.

Sin calendarios ni agendas ni sistemas (hay muy buenos); verso a verso, capítulo a capítulo, libro a libro, leer la Biblia se vuelve parte de ti.

La perseverancia no está en ti, está en Dios y en la Escritura.

Lees para ver a Dios y encontrarte con Él.

Ahí está la paciencia, perseverancia y el consuelo, no solo para leer, sino para vivir.

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