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1 Corintios 13

El evangelio se expandió por todos lados, llegó a las principales ciudades de aquella época.

No fue fácil.

Los medios de comunicación eran rudimentarios.

La pax romana permitía el tránsito de personas, bienes e ideas por todo el territorio del imperio romano.

Pablo llegó hasta la mítica Atenas.

Predicó en el aeropago, el lugar de los filósofos griegos.

Luego, se estableció en la ciudad portuaria de Corinto.

Surgió la iglesia.

Estuvo ahí por espacio de dieciocho meses.

En algún momento después de su partida, la iglesia en Corinto experimentó una tremenda división.

Fue cuestionada la autoridad apostólica de Pablo.

Hubo un sobre énfasis en los dones espirituales; al mismo tiempo, los creyentes mostraban inmadurez, permitiendo chismes, peleas, diferencias y tolerancia a actos inmorales dentro de la comunidad cristiana.

Un grupo de creyentes le envía a Pablo un reporte de la situación, acompañado de una serie de preguntas.

Pablo escribe las cartas a Corinto como una respuesta.

Lo que hoy conocemos como el capítulo trece de la primera carta a los Corintios; o, el poema del amor, como se le conoce, está en el centro de la exhortación de Pablo a la iglesia.

Ahora les voy a mostrar un camino más excelente. Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá. Porque conocemos y profetizamos de manera imperfecta; pero cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.

Aquí el resumen:

Un camino más excelente.

Una virtud que permanece.

El amor nunca deja de ser.

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