
El cuerpo de Jesús yace en la tumba.
Los principales sacerdotes y escribas no descansan.
Tienen una gran preocupación: El posible robo del cuerpo de Jesús.
“… nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré” Mateo 27:62
Este pasaje responde varias objeciones a la historicidad de la resurrección de Jesús.
Primero, los principales sacerdotes y escribas aceptan que Jesús existió, vivió como un ser humano y, frente a sus ojos, murió en la cruz.
Ellos lo aceptan al decir “viviendo aún”.
Segundo, los principales sacerdotes y escribas dan fe de la promesa hecha por Jesús de resucitar.
Tercero, se desacredita la objeción común de decir que el cuerpo de Jesús no fue hallado en la tumba porque fue robado por sus discípulos.
El lugar de la tumba de Jesús era conocido por todos.
No fue un lugar secreto.
Todos sabía que pertenecía a uno de los líderes judíos, llamado José de Arimatea.
Robar el cuerpo de Jesús no era posible, había una guardía apostada día y noche frente a la tumba.
No fueron los discípulos sino estos líderes judíos en unión a las autoridades romanas quienes aseguraron el sepulcro y lo sellaron con piedra y soldados.
“Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” Mateo 27:66
Increíble, pero hoy estos personajes, nos dan una lección sobre la veracidad de la resurrección de Jesús.
Hay una aceptación implícita: Jesús vivió y murió físicamente.
Hay una preocupación expresa: Jesús había prometido resucitar.
Hay un temor evidente: Había visto el poder de Jesús en acción.
Es sábado, un día de descanso, un día para meditar.
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